Empresa familiar y personajes históricos

La Historia de personajes históricos que podemos llamar héroes, seres excepcionales,o simplemente forjadores de la historia, tiene un rasgo en común: han sido los creadores de los grandes espacios donde otros hombres han desplegado su existencia, han realizado sus vidas. Nos vienen a la memoria nombres como Alejandro Magno, Julio César, Augusto, Carlomagno, Carlos I, Napoleón, etc.. Estos hombres fueron portadores de una fuerza especial y lograron que unos ideales abstractos y personales se impusieran a otros y se realizaran. Actuaron como instrumentos del devenir del tiempo histórico.

Fueron individuos dotados de voluntad, pasión y determinación excepcionales que actuaron y tuvieron éxito en sus propósitos y proyectos. Y hoy nosotros los recordamos y extraemos enseñanzas útiles para el gobierno y la dirección de las empresas familiares.

Los grandes personajes en la historia universal son pocos, porque son los que aprehenden un contenido universal superior y hacen de él su fin; son los que alcanzan la meta según las exigencias que impone el tiempo y las circunstancias históricas. Sus obras y sus realizaciones perduran en la memoria colectiv a de la humanidad. En este sentido hay que llamarlos héroes. Su visión y su misión no se dieron en un sistema tranquilo y ordenado, en el curso consagrado de las cosas, sino en momentos de crisis en situaciones límites en las que tenían que mostrar y dar lo mejor sí mismos. Su justificación no está la situación existente, si no que beben en otra fuente de donde toman las ideas y las ponen en práctica. Fueron capaces de ver lo que otros no veían, y tuvieron la audacia de abrir la puerta de un presente que estaba vedado a todos, que era subterráneo, que no había llegado aún a manifestarse, pero que deseaba surgir y ellos le dieron la ocasión para que se manifestara y compareciera ante la mira da de todos.

Todos ellos chocaron y discreparon con lo que había en su tiempo histórico. Sus propósitos, fines, opiniones, ideales eran distinto s, e innovadores. Estos personajes históricos enderezaron su actividad hacia representaciones contrarias a las circunstancias existentes y así consiguieron cambiar su entorno inmediato y desde ahí el mundo. Avanzaron por terrenos desconocidos que a muchos otros les daba miedo o se sentían inseguros.
El fin verdadero es exclusivamente aquel contenido al cual la fuerza interna de cada uno los elevó a lo más alto porque fueron fieles a su misión y a sus ideas. Lograron realizar lo justo y lo que era preciso en aquel momento. Fueron capaces de ver qué era necesario y lo pusieron en práctica a pesar de contar con la incomprensión, cuando no la animadversión de sus más próximos.

Los grandes personajes de la historia fueron prácticos. Conocieron y amaron su obra, porque se llevó a cabo y se concluyó en el tiempo. Fueron clarividentes, porque descubrieron y siguieron la verdad de su mundo, de su tiempo, lo que hay que hacer para avanzar y progresar y, cómo plantear los proyectos a los demás para engarzarlos en ellos. Fueron capaces de expresar lo que está en el tiempo y fueron los que mejor supieron ver qué es lo que había que hacer y qué había que omitir para alcanzar la meta, ver hecho realidad el proyecto humano que se propusieron.

Sus discursos y sus acciones siempre se considerarán lo mejor y casi la única opción que podía decirse y hacerse. Por eso los personajes históricos son comprensibles y admirables en su lugar y en su tiempo, pero como lo trascienden, también pueden enseñarnos hoy lo que podría hacerse en situaciones análogas.

De ellos se aprende a hacerse cargo de una situación concreta, superarla y llevar a los demás por caminos que ni ellos mismos habían podido soñar. Ellos ven, hacen ver y actúan con otros.

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